3.17.2011


Cuando era niña, mi mayor sueño era tener un jardín muy amplio, una soga colgando de un árbol y mecerme ahí durante horas, una gran piscina donde jamas me podría aburrir y por supuesto una autentica casa del árbol para vivir mis propias aventuras. 

Años atrás, con mi familia, ivamos a pasar una tarde de domingo, todos los fines de semana, a una estancia, y mientras otros chicos y chicas de mi edad se divertían juntos, a todos les asombraba ver como yo me iba de ese lugar con una sonrisa en la cara por el simple hecho de haberme recostado toda la tarde sintiendo el color del césped mirando el cielo azul. Jamas voy a olvidar ese aroma al rocío, ese viento que rozaba mi rostro, ese paisaje que se observaba solo desde MI punto de vista; así descubrí que mi pasión por un jardín gigante, se basaba en mas que un par de juegos de niños.
En la actualidad, no volvimos mas a ese lugar, esas tardes familiares no vuelven mas, y yo intento, todos los días intento, sentarme en el pasto de la vereda, de mi vecina, a revivir ese sentimiento,  pero ya no es lo mismo, ese magnifica aroma solo huele a humo de automóvil, ese viento no trae mas que desechos ninguna clase de placer, pero debo admitir... la vista seguía siendo grandiosa. De todas formas, ya no era igual, algo había cambiado, me gustaría mucho volver a ese lugar, pero mientras tanto seguiré aquí,  recostada en esta fría baldosa de mi habitación mirando el blanco de mi techo, sintiendo que no queda nada mas por gozar. 


Basada en hechos reales.

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